Un recorrido por la historia del aula nos permite ver que muchas de las cosas que en  ella  ocurren tienen un pasado, que emergieron  en respuesta a desafíos específicos y que aún siguen portando parte de sus significados originales.

Aunque nos parezca "natural" lo que hoy conocemos como “aula”, ésta no siempre existió. Por el contrario, se trata  de una construcción que fue cambiando en sus aspectos materiales (organización  del espacio, elección de los locales, mobiliario e instrumental pedagógico) como en la estructura comunicacional (quién habla, dónde se ubica, cuál es el flujo de las comunicaciones).
En el idioma castellano el uso de la palabra “aula” era común en la enseñanza universitaria durante el medioevo y significaba “estancia donde el catedrático enseña a los estudiantes la facultad que profesa”. No era común su uso para referirse al espacio en el que tenía lugar la enseñanza "elemental" la que podía impartirse en la casa del maestro,  en salas provistas por el municipio, por la iglesia, por un gremio, etc. La mayoría de las veces los niños se educaban bajo la tutela de un maestro que apenas sabía leer y escribir. A veces se aprendía sólo a leer, generalmente el catecismo. La enseñanza de los saberes básicos: leer, escribir y contar llevó mucho tiempo para establecerse. Por otro lado, antes de la Modernidad, la diferenciación de alumnos por edades era incipiente.
El aula de la escuela elemental, tal cual la conocemos, fue inventada en medio de procesos políticos, sociales y económicos del Occidente europeo.  Los primeros elementos de ella los podemos encontrar en los Monasterios medievales - espacio separado de lo mundano, control del tiempo, peso de lo moral -  hasta llegar a ser en el siglo XX la forma educativa hegemónica en todo el globo.
La Modernidad  (siglo XVI) marcó el comienzo de una nueva cosmovisión. Junto a una creciente urbanización, una estructuración territorial de los estados, mayor poder de las monarquías, la aparición de nuevos saberes llamados científicos y la división de la religión católica en confesiones un nuevo espacio educativo comenzaba a configurarse: el aula.
           La Reforma comenzó con la demanda de Martín Lutero (1483-1546) centrándose en el reclamo de nuevas formas de autoridad religiosa. Frente a la venta del perdón de los pecados, consideraba inútil la confesión puesto que lo importante no era la absolución de los pecados sino no pecar. La autoridad de la Iglesia  exterior se reemplazaba por la conciencia interior. El hecho de que muchas personas no pudieran leer la Biblia dificultaba el acercamiento a la religión. Es por eso que en sus prédicas Lutero promovió el acceso de todos a las lecturas. La traducción de la Biblia a la lengua vulgar, la enseñanza de la lectura en esa lengua, la imprenta para la reproducción masiva de libros son algunas características distintivas de los reformadores. Entre otras opciones destinadas a desarrollar masivamente lectores se apuntó a la creación de una nueva institución: la escuela elemental.
               Estas escuelas, debían tener total apoyo (político y económico) de los dirigentes. En ellas se debía enseñar a leer (la Biblia). La escritura era consideraba un aprendizaje posterior y no se proponía que fuera universal. Otro gran cambio introducido fue el mayor interés por la educación de la mujer con el fin de que tuviera las bases para educar a sus hijos, lo que produjo un aumento notable en el índice de alfabetización de las mujeres.
Paralelamente los católicos prepararon estrategias para contrarrestar la reforma protestante. Uno de esos canales fue la educación, con especial atención a la educación de las elites y los futuros funcionarios del Estado. Entre otras órdenes religiosas se destacaron los jesuitas quienes pusieron sus esfuerzos en la educación de la juventud.
El método aplicado en sus colegios se distinguió por mantener la disciplina mediante la vigilancia y emulación manteniendo a los alumnos en una continua competencia. La  clase estaba dividida en dos campos: romanos y cartagineses y cada campo en decurias (grupo de 10 alumnos) dirigidos por un decurión (alumno meritorio) El aula era como una sociedad organizada y cada alumno como un funcionario. Cada alumno ayudante cumplía una función activa: exigir silencio, recitar lecciones, comprobar ausencias, asegurar deberes, etc. La prueba individual de los aprendizajes consistía en un interrogatorio equivalente, en nuestra cultura pedagógica, a  “pasar a dar lección”.   El trabajo escolar era un cuerpo a cuerpo permanente.
          La vigilancia (dentro y fuera de la escuela) se realizaba no sólo para evitar conductas impropias sino como una forma de individualización de los sujetos (para conocer sus caracteres y hábitos) y poder acceder a sus corazones para hacerse amar. La introducción de la graduación  según el grado de conocimientos fue otra característica del método. Si bien estas prácticas fueron desarrolladas en instituciones para la formación de la elite contribuyeron a constituir el espacio del aula de las escuelas elementales. 
Bibliografía
DUSSEL, Inés y CARUSO, Marcelo (1999), La invención del aula. Una genealogía de las formas de enseñar, Bs. As, Santillana.
PINEAU, P. (1996), "La escuela en el paisaje moderno. Consideraciones sobre el proceso de escolarización" en  CUCUZZA, H. R. (comp.), Historia de la Educación a debate, Bs. As., Miño.

 

 

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